Autor: Carlos Calderon
Alrededor del 2 por ciento de la población sufre de celiaquía refractaria. Esta tipología de la enfermedad es la más complicada de todas, pues quienes son diagnosticados usualmente no experimentan ninguna mejoría con la dieta sin gluten, lo cual los lleva a sufrir de otras enfermedades graves.
A pesar de que la celiaquía refractaria no es tan común, es primordial el diagnóstico precoz. Los síntomas son los que guiarán al especialista para definir cuál será el manejo del paciente, sobre todo, considerando si al año continúa el malestar digestivo, la malabsorción y la atrofia vellositaria.
Al ser considerada como una enfermedad grave, se practican una serie de análisis exhaustivos para determinar el grado en el que se encuentra. Por lo general, hay dos tipos: la tipo I y la tipo II. La primera de ellas es menos grave, pero la segunda amerita que la persona reciba medicación de forma inmediata, lo cual puede incluir los corticoides, a fin de prevenir futuros linfomas.
Comúnmente, en algunos pacientes persisten los síntomas de la celiaquía refractaria, pero se debe a que cursa con otros trastornos como la insuficiencia en el páncreas, linfomas intestinales, infecciones en el intestino, yeyunitis ulcerativa, intolerancia a la lactosa e incluso, alteraciones indebidas en la dieta a seguir. Además, hay algunos casos que presentan fiebre por celiaquía.
Pruebas diagnósticas
Las pruebas que se practican para el diagnóstico de la celiaquía refractaria, inician con el análisis genético a través de una gastroscopia. Así, el médico puede definir si se trata de la variante tipo I o de la tipo II. En los países situados al centro de Europa, se han registrado avances importantísimos en torno a este tema.
Los primeros indicios de esta patología, datan de muchos años, cuando las personas asistían a consulta por atrofia vellositaria y diarreas frecuentes, a pesar de que habían eliminado por completo el gluten de sus comidas. Estos indicadores pueden persistir incluso durante más de un año, por lo cual se llegó a la conclusión de que hay pacientes que no responden a una dieta sin gluten.
La tasa de morbilidad aunque es menor, afecta a los adultos y el diagnóstico, en ocasiones, suele ser diferencial porque son pocos los casos que se presentan anualmente. Sin embargo, el protocolo a seguir indica que, cuando alguien no responde al tratamiento, deben efectuarse algunas pruebas serológicas e inclusive, una biopsia.
Al confirmar la presencia de la enfermedad, se evalúa nuevamente la ingesta de gluten y al confirmar que ha sido eliminado totalmente del organismo, se miden otra serie de variables relacionadas con la intolerancia a la lactosa. Y es que la malabsorción también puede ser ocasionada por la colitis microscópica.
Tratamiento
El uso de corticosteroides ha sido beneficioso para aliviar los síntomas, pero siempre debe hacerse el seguimiento al paciente porque a largo plazo, puede traer efectos secundarios. La azatioprina ha sido exitosa para controlar la celiaquía refractaria tipo I. Con respecto a la variante tipo II, hay un agente quimioterapéutico denominado cladribina, el cual trabaja directamente sobre las células afectadas.
De todos modos, en los laboratorios persisten los estudios para lanzar nuevas estrategias que permitan combatir esta enfermedad a nivel de las moléculas. Sin embargo, el paciente debe excluir de su vida por siempre la ingesta de gluten para evitar el deterioro por causa de la enfermedad.
Sobre Carlos Calderon

Criado en un pueblo a las afueras de Madrid, soy médico de familia por vocación.
Empecé este blog para documentar mis estudios de Salud Pública pero pronto, se convirtió en un referente del sector.
Recuerda consultar a tu médico. La información de este blog es meramente documental y nunca te lo tienes que tomar como datos verídicos. Siempre consulta a tu médico de cabecera antes de llegar a conclusiones con estos datos.