Autor: Carlos Calderon
La hepatitis es una enfermedad que se origina por la inflamación del hígado, el cual es uno de los órganos más grandes del cuerpo encargado de digerir los alimentos, almacenar la energía y suprimir todas las toxinas. Se ve afectado por diversos virus, variantes de la hepatitis A, B, y C, estas son las más comunes pero la persona puede empeorar si no domina la ingesta de alcohol y el consumo de drogas.
Cuando las células sanas se deterioran, aparecen síntomas como náuseas, vómitos, pérdida del apetito, diarrea, coloración oscura en la orina, dolor en el abdomen y tonalidad amarilla en los ojos y en la piel (ictericia). Mientras algunos virus son leves, otros son letales y pueden conducir a la cirrosis y al cáncer de hígado.
El tratamiento para la hepatitis requiere de una dieta, pues llevar una alimentación balanceada es la que aporta mejoría física y bienestar emocional al paciente, sólo así logra mejorar su calidad de vida. De hecho, una dieta equilibrada para quienes sufren de hepatitis es la opción ideal para controlar el malestar general, la fatiga y otros síntomas.
Una de las causas de la enfermedad es llevar malos hábitos alimenticios y un estilo de vida desorganizado. Al no consumir frutas y vegetales, la hepatitis incide negativamente en la absorción de los nutrientes y hace que quienes la padecen sufran una pérdida de peso, disminuyendo las fuentes de energía y haciendo que la recuperación sea mucho más lenta. Si sigues las recomendaciones del médico tratante, puedes mantener un balance en los electrolitos y el líquido para aliviar la sobrecarga en el hígado.
¿Qué no se puede comer con hepatitis?
Si ya fuiste diagnosticado con hepatitis, debes evitar el consumo excesivo de grasa, asegúrate que supere el 30 por ciento de la porción total de alimentos que consumes, evita las que sean saturadas y agrega aceite de olvida a tus comidas, nada de mantequilla.
También mantente alejado del alcohol, pues eleva los niveles de toxicidad en el hígado. Procura reducir las porciones de ternera y de cerdo, elimina la mayonesa, la azúcar refinada (presente en los jugos, en los refrescos y el pan blanco), los embutidos y la comida recalentada. Controla también las dosis de sal, sobre todo si tienes retención de líquidos, debido a que el organismo no produce la albúmina, por lo que se deterioran los riñones.
Inclínate más por las proteínas de las carnes blancas como el pavo, el pescado o el pollo, ya que se digieren más rápido, consume lácteos, verduras, legumbres, arroz, pasta, cereales, avena, maíz y frutos secos que no contengan sal. Según algunos especialistas, es recomendable tomar café porque tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Como complemento, previo aval del médico tratante, puedes adquirir suplementos vitamínicos, en especial la vitamina B. Puede ayudarte aún más mantener 7 comidas al día, meriendas, algo liviano después de la cena, una fruta antes de ir a dormir, galletas o jugo.
Sobre Carlos Calderon

Criado en un pueblo a las afueras de Madrid, soy médico de familia por vocación.
Empecé este blog para documentar mis estudios de Salud Pública pero pronto, se convirtió en un referente del sector.
Recuerda consultar a tu médico. La información de este blog es meramente documental y nunca te lo tienes que tomar como datos verídicos. Siempre consulta a tu médico de cabecera antes de llegar a conclusiones con estos datos.